Comunicada con las ciudades brasileñas de Dionisio Cerqueira y Barracão, Bernardo de Yrigoyen se erige sobre la trama del drenaje del río Pepirí Guazú, compartiendo un estilo de vida común con sus vecinos del otro lado de la frontera. La calle ancha que separa los dos países se convierte en un vínculo vital, transformando a estas tres ciudades en una suerte de conglomerado urbano único, donde las divisiones son meramente geográficas y políticas.
El flujo constante de personas entre Argentina y Brasil ha dado lugar al surgimiento del “Portuñol” como lengua franca en Bernardo de Yrigoyen, facilitando la comunicación y el intercambio cultural. Esta fusión lingüística es un reflejo de la armoniosa convivencia que se vive en esta región, donde las diferencias se diluyen en la cotidianidad.
A nivel administrativo, cada ciudad conserva su independencia, pero en la práctica, forman parte de una entidad urbana compartida. La dificultad para determinar los límites territoriales evidencia la integración profunda que ha tenido lugar a lo largo de los años. Incluso, un dato curioso es que hasta el año 1900, Bernardo de Yrigoyen y Barracão compartían el mismo nombre, enfatizando aún más su conexión histórica y cultural.
En resumen, Bernardo de Yrigoyen representa un ejemplo de convivencia pacífica y colaborativa entre dos naciones, donde la diversidad se celebra y las fronteras se difuminan en la vida diaria. Esta singular ciudad compartida es un recordatorio de que la cooperación y el entendimiento mutuo pueden superar las barreras geopolíticas y enriquecer la experiencia humana.