La cuenta especializada en meteorología, @Tiempo_AMBA, alertó que las auroras boreales se veían en Australia, y alertó sobre una posible llegada a Argentina.
“De todos modos el Sol esta con récord de manchas solares por lo que sí va a seguir habiendo oportunidades”, aclaró.
La tormenta geomagnética severa (G4), que podría alcanzar un G5, afectaba a la Tierra y se sentía en diferentes partes del mundo.
De acuerdo con los primeros reportes, la tormenta, que se produce luego de que llegara una eyección de masa coronal del Sol al planeta, se hizo notar en el Hemisferio Norte.
Se vieron auroras boreales en diferentes ciudades de Estados Unidos, algunas incluso alejadas del Polo Norte, como el caso de Texas. Y también se vio en Canadá, según registró el Centro de Predicción del Clima Espacial (SWPC) de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos.
El sol estaba en su máximo solar y se esperaban nuevas oleadas a diferentes partes planeta, haciendo crecer la tormenta solar vigente que ha elevado el índice KP a 7.
El índice K, y por extensión el índice K planetario, se utilizan para caracterizar la magnitud de las tormentas geomagnéticas. Kp es un excelente indicador de perturbaciones en el campo magnético de la Tierra y SWPC lo utiliza para decidir si es necesario emitir alertas y avisos geomagnéticos para los usuarios afectados por estas perturbaciones.
Las tormentas geomagnéticas son perturbaciones del campo magnético de la Tierra, que duran desde varias horas hasta incluso algunos días.
Su origen es externo y se producen por un aumento brusco de las partículas emitidas en las erupciones solares que alcanzan la magnetosfera, produciendo alteraciones en el campo magnético terrestre.
El fenómeno tiene un carácter global, comenzando simultáneamente en todos los puntos de la Tierra.
No obstante, las amplitudes con que se observan las tormentas en distintos lugares son diferentes, siendo mayores cuanto más altas son las latitudes.
Los principales usuarios afectados por las tormentas geomagnéticas son la red eléctrica, las operaciones de las naves espaciales, los usuarios de señales de radio que se reflejan en la ionosfera o pasan a través de ella y los observadores de la aurora.
El 24 de marzo de 2023, se detectó un gigantesco agujero en la corona solar, específicamente en el hemisferio sur.
Se estima que su tamaño osciló entre 300.000 y 400.000 kilómetros de ancho, lo que significa que podría haber albergado aproximadamente treinta planetas como la Tierra.
Las implicaciones no fueron particularmente severas: fluctuaciones en el voltaje de las redes eléctricas e interrupciones ocasionales en el sistema GPS.
Asimismo, fue necesario supervisar todos los satélites en órbita terrestre baja, ya que pudieron experimentar cambios leves en su movimiento, velocidad y trayectoria.
La Tierra es una víctima habitual de los efectos de una tormenta solar, y en el pasado los efectos llegaron a ser mucho más severos.
Es el caso, por ejemplo, del evento Carrington, una poderosa tormenta solar que tuvo lugar en 1859. Fue nombrado en honor al astrónomo británico Richard Carrington, quien observó y registró las manchas solares que produjeron la tormenta geomagnética más intensa jamás registrada en la Tierra.
La tormenta causó la interrupción de los sistemas de telégrafo en Europa y América del Norte, dado que las corrientes inducidas por la tormenta geomagnética sobrecargaron las líneas de telégrafo, causando chispazos, incendios y daños en los equipos.
De acuerdo con la Academia Nacional de Ciencias de EEUU un suceso de tal magnitud provocaría una perturbación sin precedentes en el ámbito social, político y económico a nivel mundial, superando ampliamente los efectos de la pandemia.
El impacto económico total podría exceder los 2.000 millones de dólares en Estados Unidos o 20 veces mayor que los costos de un huracán Katrina.
“De todos modos el Sol esta con récord de manchas solares por lo que sí va a seguir habiendo oportunidades”, aclaró.
La tormenta geomagnética severa (G4), que podría alcanzar un G5, afectaba a la Tierra y se sentía en diferentes partes del mundo.
De acuerdo con los primeros reportes, la tormenta, que se produce luego de que llegara una eyección de masa coronal del Sol al planeta, se hizo notar en el Hemisferio Norte.
Se vieron auroras boreales en diferentes ciudades de Estados Unidos, algunas incluso alejadas del Polo Norte, como el caso de Texas. Y también se vio en Canadá, según registró el Centro de Predicción del Clima Espacial (SWPC) de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos.
El sol estaba en su máximo solar y se esperaban nuevas oleadas a diferentes partes planeta, haciendo crecer la tormenta solar vigente que ha elevado el índice KP a 7.
El índice K, y por extensión el índice K planetario, se utilizan para caracterizar la magnitud de las tormentas geomagnéticas. Kp es un excelente indicador de perturbaciones en el campo magnético de la Tierra y SWPC lo utiliza para decidir si es necesario emitir alertas y avisos geomagnéticos para los usuarios afectados por estas perturbaciones.
Las tormentas geomagnéticas son perturbaciones del campo magnético de la Tierra, que duran desde varias horas hasta incluso algunos días.
Su origen es externo y se producen por un aumento brusco de las partículas emitidas en las erupciones solares que alcanzan la magnetosfera, produciendo alteraciones en el campo magnético terrestre.
El fenómeno tiene un carácter global, comenzando simultáneamente en todos los puntos de la Tierra.
No obstante, las amplitudes con que se observan las tormentas en distintos lugares son diferentes, siendo mayores cuanto más altas son las latitudes.
Los principales usuarios afectados por las tormentas geomagnéticas son la red eléctrica, las operaciones de las naves espaciales, los usuarios de señales de radio que se reflejan en la ionosfera o pasan a través de ella y los observadores de la aurora.
El 24 de marzo de 2023, se detectó un gigantesco agujero en la corona solar, específicamente en el hemisferio sur.
Se estima que su tamaño osciló entre 300.000 y 400.000 kilómetros de ancho, lo que significa que podría haber albergado aproximadamente treinta planetas como la Tierra.
Las implicaciones no fueron particularmente severas: fluctuaciones en el voltaje de las redes eléctricas e interrupciones ocasionales en el sistema GPS.
Asimismo, fue necesario supervisar todos los satélites en órbita terrestre baja, ya que pudieron experimentar cambios leves en su movimiento, velocidad y trayectoria.
La Tierra es una víctima habitual de los efectos de una tormenta solar, y en el pasado los efectos llegaron a ser mucho más severos.
Es el caso, por ejemplo, del evento Carrington, una poderosa tormenta solar que tuvo lugar en 1859. Fue nombrado en honor al astrónomo británico Richard Carrington, quien observó y registró las manchas solares que produjeron la tormenta geomagnética más intensa jamás registrada en la Tierra.
La tormenta causó la interrupción de los sistemas de telégrafo en Europa y América del Norte, dado que las corrientes inducidas por la tormenta geomagnética sobrecargaron las líneas de telégrafo, causando chispazos, incendios y daños en los equipos.
De acuerdo con la Academia Nacional de Ciencias de EEUU un suceso de tal magnitud provocaría una perturbación sin precedentes en el ámbito social, político y económico a nivel mundial, superando ampliamente los efectos de la pandemia.
El impacto económico total podría exceder los 2.000 millones de dólares en Estados Unidos o 20 veces mayor que los costos de un huracán Katrina.
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