Excusa para una guerra, dudas sobre Bin Laden y un ataque de falsa bandera: 7 teorías conspirativas del 11S

Con un saldo de 2.996 muertes y más de 25 mil heridos, el hecho ocurrido el 11 de septiembre de 2001 es considerado el ataque terrorista más mortífero de la historia. En la mañana de ese martes, cuatro aviones comerciales fueron secuestrados en pleno vuelo por miembros de Al Qaeda con el fin de impactar las torres del WTC, el Pentágono y el Capitolio. Mientras que el plan contra la sede del Congreso fue desbaratado por los pasajeros (aunque algunos escépticos lo ponen en duda), los otros objetivos fueron alcanzados.
El FBI, en colaboración con el Departamento de Justicia, logró identificar a 19 secuestradores fallecidos en apenas 72 horas. Además, la operación PENTTBOM de ese cuerpo (que fue la mayor de la historia con más de 7.000 agentes involucrados) determinó que Al Qaeda y Osama Bin Laden estaban detrás del atentado, lo cual también fue reafirmado por estudios encargados por el gobierno británico y la Comisión Nacional sobre los Ataques Terroristas contra Estados Unidos, también conocida como Comisión 11-S.
Dos de las más famosas apuntan contra el gobierno de Estados Unidos: la primera sostiene que el gobierno de George W. Bush sabía que el atentado iba a ocurrir y permitió que así fuera, mientras que la segunda apunta a que Washington estuvo involucrado en la planificación y ejecución de los ataques. Es tal la popularidad de esas ideas que incluso tienen un nombre: “LIHOP” (“Let it happen on purpose”, en español “Dejaron que ocurra a propósito”) y “MIHOP” (“Made it happen on purpose”, “Lo hicieron a propósito”).
 

Gracias a su estructura de acero y su diseño (realizado por Minoru Yamasaki), las edificaciones presuntamente estaban preparadas para soportar vientos huracanados de hasta 225 km/h.
Incluso el ingeniero del proyecto, Lee Roberston, había asegurado que podrían resistir el impacto de un Boeing 707. Sin embargo, cayeron con una cuenta atrás de solo diez segundos, siendo que la Torre Sur colapsó en 56 minutos tras el impacto y la Norte cedió en 1 hora y 42 minutos.
No obstante, quienes desacreditan esa explicación sostienen que los incendios duraron menos de dos horas y que el punto de fusión del acero es de 1510 °C, cuando la temperatura a la que arde el combustible para aviones está entre 426,6 °C y 815,5 °C.

Además, insisten en que el impacto de las aeronaves no podría haber causado tanto daño en los pisos inferiores en tiempo récord y señalan que cada uno de los niveles emanaba humo cuando colapsaron. Finalmente, algunos empleados del WTC afirmaron haber escuchado explosiones en paralelo a la llegada de los aviones y distintos testigos oculares indicaron haber visto daños en ambos vestíbulos.
Sin embargo, la investigación oficial del Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST, por sus siglas en inglés) concluyó que los aviones habían causado daños considerables en las columnas de soporte y los sistemas de conductos, lo que permitió que el combustible se derramara por los huecos de los ascensores y, al encenderse, provocara un incendio arrasador que se extendió por dichos huecos.

Sumado a esto, no se vio a ningún equipo de demolición perforando agujeros en las columnas del complejo de oficinas en las semanas previas al atentado. Además, las Torres contenían enormes cantidades de aire, por lo que, a medida que cada piso cedía y se derrumbaba sobre el de abajo, ese aire se comprimía instantáneamente y era expulsado al exterior, mezclado con toneladas de hormigón pulverizado, dando la impresión de una detonación.
 
La caída del Edificio 7 del WTC también está relacionada con la teoría del derrumbe controlado, debido a que la construcción se desplomó a pesar de no haber sido impactada por una aeronave. Se trataba de un rascacielos de 47 pisos, que se encontraba localizado próximo a las torres principales, por lo que sufrió graves daños a causa de los escombros que cayeron de la Torre Norte. Sumado a esto, hubo incendios en varias plantas del edificio durante siete horas y se presentaron fallos en el sistema de agua.

La hipótesis fue alimentada en un principio por la cobertura en vivo del evento por parte de BBC News, durante la cual la reportera Jane Standley anunció accidentalmente el colapso del edificio 20 minutos antes de que ocurriera, culpando del error a informes contradictorios de otras agencias de noticias.

No obstante, la investigación oficial del NIST concluyó que se produjeron incendios descontrolados después de que el edificio fuera alcanzado por los escombros de la Torre Norte. Además, las llamas se propagaron con velocidad porque el suministro de agua al sistema de rociadores había quedado bloqueado por el derrumbe de las Torres Gemelas. De esa manera, el fuego provocó que las vigas y los armazones de acero se dilataran térmicamente y se curvaran, lo que a su vez provocó una “cascada de derrumbes del suelo” y el posterior colapso del edificio.
Por su parte, el funcionario antiterrorista estadounidense Richard Clarke le restó importancia a que la CIA ocupara la Torre 7, indicando que se trataba de un edificio de oficinas comerciales en el centro de Nueva York y que no había nada particularmente inusual en que las agencias gubernamentales alquilaran espacio de oficinas allí como cualquier otra persona.
 

Otra de las teorías conspirativas apunta a que en realidad se dispararon misiles estadounidenses o un pequeño avión, no un Boeing 757, contra el Pentágono, como parte de un complot del gobierno. En esa línea, sus defensores sostienen que el agujero que quedó en el edificio (de 5 metros de ancho y 3,6 de alto) era demasiado pequeño como para haber sido causado por un avión de pasajeros (de 38 metros de ancho y 47 de largo). 
Sumado a esto, en las imágenes que se difundieron no se apreciaban restos del fuselaje, alas o asientos, mientras que en el único video hecho público por el Gobierno no se distinguía con claridad qué fue lo que impactó contra el edificio. También se discutió por qué Estados Unidos no interceptó el avión, siendo que habían pasado 40 minutos del primer impacto contra las Torres Gemelas. 

A pesar de las dudas, la investigación refutó los presuntos “vacíos” en la versión oficial. Por ejemplo, la mayor parte del vuelo 77 acabó dentro del Pentágono, no fuera de él, a la par que los primeros testigos oculares que llegaron vieron a la aeronave estrellada. Entre ellos se encontraba Allyn E. Kilsheimer, director ejecutivo de KCE Structural Engineers PC en Washington, quien encontró la caja negra y sostuvo fragmentos de la cola del avión, además de observar partes del cuerpo esparcidas en el lugar del accidente, uniformes de la tripulación y ropa de los pasajeros.
Sobre la falta de respuesta del ejército estadounidense, al momento de los hechos no había un método automatizado para que los controladores aéreos civiles alertaran al Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD, por sus siglas en inglés). Sumado a esto, los secuestradores del vuelo 77 desactivaron los transpondedores del avión, lo que dificultó el rastreo de la aeronave.
 
Si bien la investigación oficial concluyó que Al Qaeda estuvo detrás de los ataques, hay quienes sospechan que en realidad se trató de una estrategia del gobierno de George Bush para justificar los posteriores ataques e intervenciones en otros países como Afganistán e Irak. Dicha hipótesis fue difundida, entre otros, por Andreas von Bülow, exministro de Investigación de Alemania.
Sumado a esto, el informe de la Comisión 11-S nombró a los 19 secuestradores, pero quienes descreen de su autoría indican que no eran fanáticos religiosos. Incluso cuestionan el papel de Bin Laden, quien presuntamente había estado en un hospital de Dubái dos meses antes del ataque, donde habría sido atendido por un médico estadounidense y visitado por un agente de la CIA y el jefe de la Inteligencia saudí. Además, señalan que su familia habría sido sacada de Estados Unidos días después del atentado, cuando el espacio aéreo estaba cerrado, y que el entonces presidente norteamericano tenía algunos negocios con ellos.
También apuntaron a que las investigaciones anteriores intentaron ocultar el ataque inminente. Por ejemplo, Zacarías Moussavi, relacionado después con el atentado, fue interrogado en agosto de 2001 por el FBI en Minneapolis. En esa ocasión, uno de los agentes alertó a sus superiores, ya que temía que el hombre intentase secuestrar un avión comercial y lo estrellara contra el WTC. Al respecto, apuntó contra tres altos cargos que, a pesar de presuntamente saber lo que iba a ocurrir, posteriormente fueron ascendidos.
 

“Los conspiradores del 11-S gastaron finalmente entre 400.000 y 500.000 USD para planificar y conducir su ataque, pero (…) los orígenes específicos del dinero usado para ejecutar los ataques permanece desconocido”, detalla el informe final de la Comisión 11-S. Ante esa incógnita, otra de las teorías apunta a que los fondos provinieron de la Bolsa.
Es que, en los días previos al ataque, hubo movimientos extraños relacionados con las compañías aéreas implicadas en el hecho: United Airlines y American Airlines. Bajo esa lógica, quienes supieran lo que iba ocurrir podrían haber sacado beneficio económico de ello, ya que las ganancias serían de cientos de millones de dólares.
Al respecto, las acciones de la primera compañía cayeron en un 42%, mientras que en la segunda lo hicieron en un 39%. Algunas de esas operaciones se llevaron a cabo con Morgan Stanley Dean Witter & Co., una empresa que ocupaba 22 pisos en el WTC. Sin embargo, la investigación calificó esas transacciones de no relevantes.
No obstante, según el Instituto de Información de Seguros, una cámara empresaria estadounidense de la industria del seguro, prácticamente todas las pólizas de seguros comerciales vendidas en los Estados Unidos antes del 11 de septiembre cubrían incidentes terroristas.
 
El vuelo 93 de United Airlines fue infiltrado por cuatro miembros de Al-Qaeda, con la intención de estrellarlo contra el Capitolio. Sin embargo, impactó contra una zona rural de Pensilvania debido a que los pasajeros forcejearon con los terroristas y frustraron el atentado, aunque no pudieron evitar la caída, según la versión oficial.
A pesar de las hipótesis en torno a dicha nave, se trató de un jet privado Dassault Falcon 20 operado por la empresa VF Corp. El avión se encontraba descendiendo hacia el aeropuerto Johnstown-Cambria cuando el Centro de Cleveland de la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) le pidió que investigara el área tras el accidente, lo cual cumplió antes de aterrizar como tenía previsto.

Otro punto que “reforzaba” la teoría era que los escombros del vuelo 93, incluido el motor del avión, se encontraron a kilómetros del lugar del accidente. Incluso se sustrajeron restos en los alrededores del Indian Lake, a diez kilómetros del sitio de impacto. En ese sentido, los teóricos afirmaron que esas lejanías se debían a que la aeronave se desintegró a gran altura, probablemente debido al impacto de un misil termodirigido.
No obstante, las distancias informadas eran incorrectas. Al respecto, en línea recta, el lago está a solo un poco más de un kilómetro de donde cayó la nave. Además, la mayoría de los escombros que se encontraron allí eran papel que probablemente fue lanzado al aire por el calor de la explosión y que luego fue desplazado por el viento, que soplaba en dirección hacia el cuerpo de agua. Por su parte, el motor también fue hallado a solo 300 metros y en una dirección que coincide con la trayectoria de vuelo del avión cuando impactó contra el suelo.
Sumado a esto, los audios de la cabina de mando y de las desesperadas conversaciones por teléfono de los pasajeros con sus familiares confirmaron la lucha a bordo. No obstante, no se pudo dilucidar si lograron entrar a la cabina o si los terroristas decidieron chocar la aeronave cuando estaban por ser interrumpidos. Si bien las investigaciones aseguraron que existió una orden de derribarlos, la lucha de los civiles y la caída precipitada se adelantó a dicha ejecución.
 

Las acusaciones sobre la autoría del hecho no solo recaen en Estados Unidos y Al Qaeda, sino que hay quienes apuntan a otros grupos que no estuvieron relacionados. Bajo esa línea, sospechan que el ataque fue orquestado, o al menos financiado, por un gobierno u organización extranjera diferente.

Una de las “pruebas” que sostiene esa afirmación es que, presuntamente, ningún judío murió en los ataques, ya que los 4.000 empleados de la comunidad en el WTC habían recibido un aviso previo para que no se presentaran a trabajar. Sin embargo, de las 2.071 víctimas, se confirmó que 119 eran judías y se cree que al menos otros 72 también lo eran, lo que constituiría el 9,2% de los fallecimientos. Incluso algunos estiman que la cifra podría ascender a 400.
mb / ds / Fotos: Archivo


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