La primera piedra en el zapato fue la aprobación en la Cámara de Diputados de la ley de actualización presupuestaria para universidades públicas nacionales, que incluye una recomposición salarial automática para docentes y no docentes.
No le alcanzó el apoyo incondicional del PRO para evitar el cañonazo fiscal que significó la aprobación de un proyecto que le dolió a Luis “Toto” Caputo y su troupe del Ministerio de Economía.
Esta derrota del oficialismo, ocurrida en la madrugada del jueves 15, fue producto de la jugada que conjuraron el kirchnerismo junto al radicalismo, la Coalición Cívica y Encuentro Federal para hacer un “patchwork” con las propuestas de unos y otros en un único dictamen.
La segunda estocada ocurrió el martes pasado cuando la encarnizada interna oficialista catapultó al senador radical Martín Lousteau como presidente de la estratégica comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia.
El kirchnerismo aprovechó la falta de consenso en el oficialismo para ungir a un único candidato y urdió un acuerdo con la UCR en un artero movimiento de pinzas que colocó al economista en la cima de la bicameral.
Fue un duro revés para el oficialismo, y más especialmente para Santiago Caputo, el hombre fuerte detrás del sistema de inteligencia.
El asesor presidencial no pudo colocar como presidente de la bicameral Edgardo Kueider, un aliado peronista acusado de traidor y odiado por sus ex compañeros de ruta del justicialismo.
Tampoco la vicepresidenta Victoria Villarruel pudo imponer al senador del PRO Martín Goerling. Las apetencias de unos y otros se neutralizaron entre sí y bloquearon un hipotético acuerdo con la UCR.
Esto abrió un resquicio para que se metiera otro actor en el juego. El kirchnerismo vio la ventana de oportunidad y la aprovechó con mucha astucia.
Con esta integración de la bicameral, el kirchnerismo y Lousteau podrán utilizar el cuerpo para posar la lupa y poner en tela de juicio la actividades que desarrolla la resucitada SIDE.
Y esto tiene que ver con la sospecha de que se están utilizando los engordados gastos reservados para espiar y hostigar a opositores e incluso oficialistas, como pasó en la época de Mauricio Macri con el organismo conducido por Sergio Arribas y Silvia Majdalani.
El siguiente cachetazo fue el scrum opositor en el recinto de la Cámara de Diputados del miércoles pasado, que rechazó el decreto 656 de ampliación presupuestaria para la SIDE.
Fueron 156 votos a favor, con el dato político de que en esa cosecha había una veintena de votos del PRO, que votaron de esa forma con la venia de Mauricio Macri.
El hecho refleja un punto de quiebre respecto de la alianza indestructible que formaban La Libertad Avanza con el PRO en el Congreso, o dicho en otros términos: el quiebre de la alianza entre Milei y Macri.
El grotesco del anuncio de aumentos de las dietas de senadores nacionales, que tuvo que ser revertido al calor del escándalo, configura otro paso en falso en esta semana para el olvido.
Las resistencias a la candidatura de Ariel Lijo para ser ministro de la Corte eran previsibles, pero lo que no se esperaba era que desde el propio riñón del Gobierno aparecieran reparos como el que expresó la vicepresidenta Victoria Villarruel.
El otro sablazo que sufrió el Gobierno fue la aprobación ayer en el Senado del proyecto que establece una nueva fórmula de movilidad jubilatoria, con una recomposición parcial de los haberes.
Milei presentó esta maniobra opositora como una obra con firma de los “degenerados fiscales” que quieren desdibujar el plan económico.
La mayoría de los senadores del PRO se sumaron a la jugada por pedido de Macri, quien especulativamente buscó borrar sus huellas con un comunicado inverosímil, que lo deja mal parado ante su tropa.
Hasta Patricia Bullrich salió a cruzarlo por usar de “carne de cañón” a los senadores y le advirtió al ex presidente que “se está de un lado o del otro”.
Todos estos episodios configuran un panorama muy complejo para el oficialismo, pero la bomba que hizo implosionar a La Libertad Avanza fueron las derivaciones del escándalo que se generó a partir de la visita de diputados libertarios a represores presos en Ezeiza, que terminó con la decisión de expulsar a Lourdes Arrieta.
La mendocina había quedado en una situación muy delicada después de denunciar judicialmente a los compañeros de su bloque que se entrevistaron con militares presos, y más aún luego de sugerir una responsabilidad del presidente de la Cámara baja, Martín Menem, por la supuesta autorización del traslado en vehículo oficial.
El miércoles pasado, luego de una sesión especial en la que el oficialismo sufrió un revés político, un grupo de diputados libertarios la increpó por poner al desnudo las diferencias internas, y por seguir dándole cuerda a un tema que La Libertad Avanza necesitaba ponerle un cierre.
Las críticas soliviantaron a Arrieta, quien a los gritos y en llanto empezó a vituperar contra Menem por no haberla defendido y por no hacerse responsable del conflicto desatado, al tiempo que repitió su versión de que el diputado Beltrán Benedit, el organizador del tour a la cárcel de los genocidas, le había hecho “una cama”.
En La Libertad Avanza están deseosos de pasar de página y hacer tabula rasa respecto a ese escándalo, que tiene un costo político innegable.
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