En medio de la incertidumbre económica, se debate la posibilidad de dolarizar la economía argentina, una propuesta que ha resurgido en el ámbito político y económico. Tanto el presidente, Javier Milei, como el exministro de Economía, Domingo Cavallo, han respaldado esta idea, argumentando que el país está cerca de lograrlo. Sin embargo, expertos advierten sobre las consecuencias de una dolarización rápida.
La dolarización en el corto plazo implicaría una fuerte devaluación y la licuación de salarios, jubilaciones y ahorros, según economistas consultados. Para muchos, la estrategia para alcanzarla se centraría en “limpiar todos los pasivos remunerados”, como señaló Milei, lo que llevaría a una devaluación del peso argentino y una subida pronunciada del dólar.
Esta medida, sin embargo, acarrearía costos sociales significativos, como un aumento en los niveles de pobreza e indigencia, además de un deterioro general en las condiciones de vida. Además, la dolarización limitaría la capacidad del gobierno para implementar políticas económicas efectivas, ya que estaría atado al comportamiento del dólar estadounidense.
Los economistas también destacan que la dolarización requeriría una estrepitosa devaluación y la pérdida considerable del poder adquisitivo de la población, como se ha observado en casos similares en otros países. Esto, junto con la restricción en la administración de herramientas de política económica, plantearía desafíos adicionales para la estabilidad económ