Alberto Fujimori, emblema del absolutismo y la corrupción de los años 90

“Mirando las cosas a largo plazo, parece que es uno de los presidentes más influyentes del siglo XX, no de los mejores sino de los que dejaron más huella”, dijo el escritor Luis Jochamowitz, autor de ‘Ciudadano Fujimori’ una biografía no autorizada.
Durante su gobierno, este ingeniero hijo de inmigrantes aplicó con mano dura un plan de ajuste ultraliberal que liquidó la hiperinflación y resucitó una economía moribunda, derrotó al terrorismo senderista de extrema izquierda con tácticas de guerra sucia y moldeó a su gusto el sistema político y jurídico tras un autogolpe de Estado civil en 1992.
“A diferencia de otros políticos exitosos, Fujimori tiene algo que mostrar: la resolución de los problemas que tenían que ver con el terrorismo y la economía”, dijo el sociólogo y analista político Carlos Meléndez. “Pero uno de los errores de Fujimori fue creer que el fin justifica los medios y los principios éticos, dando paso a las violaciones a los derechos humanos y el abuso del poder”.

Descendiente de japoneses, Fujimori nació el 28 de julio de 1938, día en que se celebra la independencia de Perú en 1821. Sus padres, Naoichi Fujimori y Mutsue Inomoto, campesinos de extracción pobre, habían emigrado desde la prefectura japonesa de Kumamoto en 1934 y se establecieron en Huacho, al norte de Lima. La familia se dedicó a la sastrería, a los cultivos de algodón y la reparación de neumáticos de autos.
Fujimori se graduó como ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional Agraria en 1961 y empezó a dar clases de matemática en la Facultad de Ciencias, especialidad que junto con la Física estudió en Francia en 1964 en un curso de posgrado impartido por la Universidad de Estrasburgo. Cursó otro posgrado de matemática en la Universidad de Wisconsin (EEUU) y en 1969 regresó a Perú para dedicarse a la docencia. En 1984, tras más de dos décadas de logros científicos y académicos, fue nombrado rector de la UNALM y decano de la Facultad de Ciencias.
En 1988, apoyándose en un grupo de colaboradores universitarios y hombres de negocios, Fujimori comenzó a preparar su propia fuerza política, “Cambio 90”, partido que se presentó como una fuerza “democrática y nacionalista, que se sustenta básicamente en los adelantos tecnológicos para lograr el desarrollo nacional trazado en el ideario”. Dos años más tarde lanzó su candidatura presidencial y arrasó en las urnas, con el 62.5% de los votos, frente a candidatos fuertes como Mario Vargas Llosa.

Entre 1990 y 2000, Fujimori trazó las bases del Perú moderno, porque recuperó la economía del hoyo al que había caído en los años 80 con hiperinflación anual de 7.600%, hasta convertirla en una de las más abiertas y sólidas de América Latina. Pero también fue reconocido además por derrotar a la guerrilla maoísta Sendero Luminoso y al guevarista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), aunque organismos de derechos humanos denunciaron matanzas de civiles inocentes en la lucha antisubversiva.
Sintiéndose frustrado por la división y la limitación de los poderes del Estado, y con las decisiones que tomaban los miembros del Legislativo y la judicatura, en 1992 Fumijori decidió remover los obstáculos que encontraban sus planes de gobierno, y luego de asegurarse la intervención del Poder Judicial y el acatamiento de las Fuerzas Armadas, quebró el orden constitucional con un autogolpe de Estado en la noche del 5 al 6 de abril de 1992.

Fujimori anunció que llevó a cabo el autogolpe ante “la inoperancia del Parlamento”, “la corrupción del Poder Judicial” (responsable de la “liberación inexplicable de narcotraficantes” y de la “masiva puesta en libertad de terroristas convictos y confesos”), y la “evidente actitud obstruccionista y conjura encubierta contra los esfuerzos del pueblo y del Gobierno por parte de las cúpulas partidarias”.
El hundimiento de la poderosa guerrilla de extrema izquierda Sendero Luminoso (más de 20.000 hombres armados) aumentó la popularidad de Fujimori, pero en el ámbito estamento militar algunos elementos descontentos del Ejército comenzaron a conspirar: hubo detenciones de altos oficiales y rumores de toma del poder y de intentos de asesinato al presidente.

Fujimori cayó diez años después de su victoriosa elección. La crisis fue provocada por la difusión de un video, el 14 de septiembre de 2000, en el que se veía al jefe de los servicios de Inteligencia peruanos, Vladimiro Montesinos, sobornando a un dirigente opositor para que se sumara al a bancada oficialista. Según señaló después el presidente del Consejo de Ministros, Federico Salas, el Gobierno le pidió la renuncia a Montesinos, pero el influyente dirigente amenazó a Fujimori con un golpe de Estado.
El 19 de noviembre de 2000, Alberto Fujimori envió su renuncia a la presidencia desde Japón, a través de un fax presentado al presidente del Congreso, Valentín Paniagua. Sin embargo, un día después el Congreso unicameral de 130 legisladores, de mayoría opositora, rechazó la decisión de Fujimori y lo destituyó por “incapacidad moral permanente” para ejercer la presidencia, acusado de haber abandonado el país para anunciar su renuncia, así como sus relaciones con Montesinos.

En los siguientes años, el expresidente fue acusado de poseer varias “cuentas secretas” en bancos del extranjero por un valor de “40 ó 50 millones de dólares”, parte de los cuales procedían de un cheque-donativo obtenido de una colecta realizada en Japón en julio de 1990 para ayudar a los niños pobres del Perú. Además, el Congreso lo acusó por su implicación y responsabilidad en una larga lista de irregularidades y crímenes: el allanamiento de la casa de Montesinos en noviembre de 2000; el espionaje telefónico a políticos, empresarios y periodistas; la compra irregular de acciones de un canal de televisión; el tráfico de armas procedentes del Ejército jordano y destinadas a la guerrilla colombiana de las FARC y las 76 desapariciones forzadas de estudiantes y paisanos en Huancayo y el valle de Santa entre 1990 y 1993.
Fujimori fue acusado, además de la detención arbitraria y la tortura de personas en las instalaciones de los servicios de inteligencia; la adquisición de maquinaria agrícola sin el requisito de licitación pública; y el asesinato de un dirigente sindical y de haber impartido instrucciones al Ministerio de Salud para que sometiera a esterilización forzosa, “bajo presiones, coacciones e incentivos con alimentos”, a 200.000 mujeres y 16.000 hombres de familias indígenas en áreas rurales entre 1996 y 2000, al amparo de la Ley de Planificación Familiar.

Fujimori pasaría cinco años en Japón y en 2007 fue extraditado a Perú desde Chile, donde había llegado en 2005. En 2009 fue condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad, debido a su responsabilidad en dos masacres, entre 1991 y 1992, realizadas por militares peruanos contra la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso, pero en diciembre de 2017, tras ser hospitalizado por una afección cardíaca, el expresidente Pablo Kuczynski le otorgó un “indulto humanitario”, y Fujimori recuperó su libertad para volver meses después a prisión.
Al momento de su muerte, Fujimori cumplía la sentencia de 25 años de cárcel por las matanzas de Barrios Altos (1991) y La Cantuta (1992), donde un escuadrón de la muerte del ejército asesinó a 25 personas -un niño entre ellas- en una supuesta operación antiterrorista cuando era mandatario. A mediados de 2020, un tribunal peruano declaró infundado un recurso de la familia que pedía su excarcelación ante el riesgo de contraer Covid-19, remarcando que Fujimori era el único recluso en la base policial, descartando la probabilidad de hacinamiento y contagio.
“Que la historia juzgue mis aciertos y mis errores”, escribió Fujimori con motivo de su cumpleaños 80 en 2018. “He llegado a los 80 con todas las huellas que dejan los años, con todos los sobresaltos de la vida política, enormes satisfacciones y profundos pesares (…) En los contados años que me quedan me dedicaré a tres objetivos: unir a mi familia, mejorar en lo que pueda mi salud y hacer un balance equilibrado y sereno de mi vida. Esos son mis tres principales metas al cumplir mi octava década de existencia”.


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