Entre flores y jóvenes, el papa Francisco se despidió de Singapur y regresa a Roma

El papa Francisco concluyó este viernes en Singapur su gira de 12 días a cuatro países del sudeste de Asia y Oceanía, el viaje más largo y lejano de su pontificado en el que se mostró en buen estado para su edad, despejando las dudas sobre su salud.
Antes de partir, el pontífice argentino, de 87 años, ofreció un discurso repleto de energía y humor ante unos 600 jóvenes de distintas religiones en una escuela católica de Singapur, a quienes pidió “no ser esclavos de la tecnología”.
“Tomen riesgos, salgan afuera”, les dijo Francisco. “Un joven que tiene miedo y no toma riesgos es un viejo”, bromeó.
Alrededor de mediodía, el pontífice marchó de esta rica y cosmopolita ciudad-Estado en dirección a Roma, donde su llegada está prevista a las 18H25 (16H25 GMT). A bordo del avión papal, el jesuita argentino ofrecerá la tradicional rueda de prensa para los periodistas que lo acompañan, la primera desde su último viaje internacional hace un año, a la ciudad francesa de Marsella.
Durante dos horas y bajo un intenso calor, el pontífice se dejó llevar por gestos improvisados, especialmente ante los jóvenes, reaccionando vivaz a los testimonios que le leían y solicitando al intérprete que tradujera sus declaraciones. Pareció más sombrío en los desfiles militares en su honor, una tradición que siempre ha aborrecido, o durante la última misa el jueves en Singapur, en la que la fatiga empezó a asomar en su rostro.
 
 
Aunque el Papa viajaba con su médico personal y dos enfermeros (el protocolo habitual), no se filtraron detalles que hayan sido complicados sobre su salud, una cuestión sobre la que el Vaticano preserva con discreción, pero todos los actos del Pontífice lo mostraron afable y en buen estado. 
Fue el 45º viaje internacional del papa confirma la importancia de estos desplazamientos para Francisco, que siempre ha preferido el terreno y el revigorizante contacto con multitudes. “En su espíritu, el papa no se siente cansado, sino contento. Es una perspectiva muy distinta, también muy cristiana, de ver las cosas”, dijo a la AFP el director del servicio de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
“Más que concentrarse en la fatiga, insiste en la alegría que lo nutre durante estas visitas. Y es esto lo que le permite seguir adelante”, agregó Bruni. “Parar no forma parte de su ADN”, ahonda una fuente vaticana. “Para él, ser papa se vive al 100%, con el riesgo de no prestarse atención a uno mismo. Y es también este altruismo que emociona a los fieles”, apunta.
Esta gira histórica, pospuesta en 2020 debido a la pandemia, abordó un amplio abanico de temas importantes para el papa: el diálogo con el islam en Indonesia, la lucha contra los abusos infantiles en Timor Oriental, la protección del medioambiente en Papúa Nueva Guinea o la defensa de los derechos de los trabajadores migrantes en Singapur. Desde una mezquita de Yakarta a las atiborradas calles de Dili, el papa argentino de “los confines del mundo” recordó la importancia que otorga a las “periferias” una Iglesia global que desearía más abierta.
Como símbolo de este compromiso queda la imagen del papa recubierto de un tocado de plumas tradicional en un viaje de ida y vuelta a Vanimo, un pueblo remoto a las puertas de la selva de Papúa Nueva Guinea. Francisco tiene en la agenda otro viaje internacional a partir del 26 de septiembre, con una visita de cuatro días a Luxemburgo y Bélgica, antes de dirigir en octubre la Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre el futuro de la Iglesia católica.
 
AFP/HB


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