Florece el desierto de Sahara y se marchita el Amazonas


Esta anormalidad es producto de un fenómeno climático, que involucra la transición del fenómeno de El Niño hacia el de La Niña. Esto produjo tempestades en el sur sahariano, que se ha tornado dos veces más húmedo que la media. Pero en el caso amazónico no solo interviene en las alteraciones, si se quiere naturales, del clima. Hay una actividad humana que, a los incendios forestales originados por la sequedad ambiental, le suma hechos delictivos. Ahora son de dos clases: se trata de las trasgresiones cometidas por individuos que prenden fuego a los árboles con el objetivo de sumar pasto para la cría de ganado.
Para los especialistas, “cuando más se desmonta la selva, aumenta la intensificación del estrés climático de la región”. Es lo que señala la científica Luciana Gatti, del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales), para quién “el área queda cada vez más seca y caliente, con una duración más prolongada que abarca los meses de agosto, septiembre y octubre. Esto es lo que afecta su capacidad de absorber carbono”.
Gatti advirtió que “la sequía actual es también fruto de la intensificación del desmonte de la floresta amazónica a partir de 2019. Los bosques tropicales son parte importante del control climático y su pérdida creciente de superficie crea este escenario de aceleración de los cambios climáticos en Brasil y también global”.
La científica juzga que “los focos actuales de incendios, no naturales, promovidos precisamente en medio de una intensa sequedad ambiental provoca una enorme pérdida de masa vegetal y podemos asegurar que vamos a sufrir en adelante una intensificación de los acontecimientos extremos”. En los cálculos de la experta, las áreas más perjudicadas están en Pantanal (célebre localidad de Mato Grosso del Sur); en el Amazonas y en la Selva Atlántica (que caracteriza los estados de San Pablo y Río de Janeiro). “San Pablo tuvo 1.886 focos de incendio en un único día: el 23 de agosto” recordó. Lejos de lo que se podría pensar, esto perjudica sensiblemente al agro: “Nos muestra que el actual modelo económico basado en las exportaciones de carnes y madera, nos torna cada vez más vulnerables a los cambios climáticos y a los fenómenos extremos que han cobrado muchas vidas brasileñas”.
 
 
Gi


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