El suicidio asistido médicamente es posible en Suiza, bajo condiciones muy específicas, pero la cápsula “Sarco”, de aspecto futurista, genera controversia desde que el periódico NZZ am Sonntag reveló a principios de julio que podría ser utilizada por primera vez en territorio suizo.
Inventada por Nitschke, un exmédico de 77 años conocido por sus posturas controvertidas sobre la eutanasia y director del grupo pro eutanasia voluntaria Exit International, la cápsula es una pequeña cabina violeta, con forma de ataúd y con ruedas.
El usuario tiene que acostarse dentro y responder a una serie de preguntas para confirmar que comprende lo que está haciendo antes de accionar un botón que libera nitrógeno. La persona pierde el conocimiento al cabo de unos segundos y muere en cuestión de minutos sin dolor.
En julio, los promotores de este dispositivo lo presentaron e indicaron que quería que fuese utilizado por primera vez en Suiza, lo que causó gran conmoción, ya que el suicidio asistido está permitido en el país, pero bajo la supervisión de un médico.
La primera persona que iba a utilizarla, una mujer estadounidense de unos 50 años, fue descartada debido al deterioro de su estado mental, de modo que quien la estrenó fue una mujer de 64 años.
La mujer “sufrió durante muchos años una serie de problemas graves relacionados con una severa deficiencia inmunológica”, indicó The Last Resort, asociación que promueve este dispositivo, en un comunicado publicado después de que la policía anunciara las detenciones.
La fiscalía del pequeño cantón de Schaffhausen, situado en el norte de Suiza, cerca de Alemania, abrió un proceso penal contra varias personas por incitación y asistencia al suicidio, y varias personas fueron detenidas.
Pero esta no es la primera vez que alguien se suicida con un dispositivo fabricado por el doctor Nitschke, apodado el “Doctor Muerte” y “el Elon Musk del suicidio asistido”.
Desde la década de 1970, Nitschke desarrolló múltiples formas de permitir que las personas enfermas pongan fin a sus propias vidas, entre ellas la “Máquina de liberación”, las “Bolsas de salida” y los kits de prueba de barbitúricos, lo que lo llevó a enfrentarse a las autoridades australianas.
Al activista se le suspendió la licencia médica en 2014 por apoyar a Nigel Brayley, un hombre de Perth de 45 años, a suicidarse con el medicamento mortal Nembutal.
“Si vamos a reconocer el derecho a la vida, tenemos que ser capaces de reconocer el derecho a disponer de ese regalo. Y ese es el derecho a la muerte”, dijo en una entrevista con la BBC.
Su objetivo es “desmedicalizar el proceso de morir”, dijo en una entrevista publicada en el sitio web de Exit International. “Queremos eliminar cualquier tipo de revisión psiquiátrica del proceso y permitir que el individuo controle el método por sí mismo”.
Aunque Nitschke afirma que sus dispositivos dan a las personas la oportunidad de terminar con sus vidas de una manera “pacífica”, algunos grupos pro-vida advirtieron en los últimos años que sus inventos “glamorizan el suicidio”.
En la década de 1990, el Dr. Nitschke creó la “Máquina de Liberación” (Deliverance Machine), que da a las personas que desean quitarse la vida el control sobre su propia dosis letal.
Consiste en una computadora que ejecuta un programa especialmente desarrollado llamado “Deliverance” y que está conectado a una jeringa, cargada con una inyección letal de barbitúricos, que se inyectaría en el brazo del usuario.
El usuario debe responder “sí” a una serie de preguntas de la computadora, lo que desencadena la liberación de una inyección letal de drogas desde la jeringa. Si bien se necesita asistencia para conectar la máquina a una persona, el usuario tiene el control final sobre la dosis letal.
“Tiene sentido que cada persona desarrolle una estrategia para poder terminar su vida pacíficamente si se encuentra en una situación en la que no tiene control”, justificó Nitschke.
En total, Nitschke ayudó a cuatro personas terminales a poner fin a sus vidas utilizando la “Máquina de Liberación”, incluido un hombre que padecía cáncer de próstata en 1996. “Si no estás de acuerdo con la eutanasia voluntaria, entonces no la uses, pero no me niegues el derecho a usarla cuando quiera”, dijo el usuario, un médico llamado Bob Dent.
La máquina se utilizó legalmente mientras la Ley de Derechos de los Enfermos Terminales del Territorio del Norte de Australia de 1995 estaba vigente, pero su utilización fue prohibida por otra ley en 1997 y ahora el dispositivo se exhibe en el Museo Británico de Ciencias en Londres.
La “bolsa de salida” (Exit Bag), otro invento del Dr. Nitschke, era una bolsa grande de plástico con un cordón que permitía asegurarla alrededor del cuello. Con un costo de US$ 30, tenía la misión de asfixiar al usuario al cerrarse suave y automáticamente.
Philip Nitschke dijo que el método de las bolsas no era violento ni traumático y era más accesible en comparación con los medicamentos.
“La mayoría de la gente se opone a la horrible y grotesca muerte que consiste en atarse algo alrededor del cuello”, explicó. “No es fisiológicamente desagradable, pero es una muerte estéticamente desagradable”.
En 2002, Nitschke patentó “Co-Genie”, un pequeño dispositivo que genera monóxido de carbono que el usuario debía inhalar con una mascarilla, pero las autoridades de la aduana australiana lo confiscaron cuando Nitschke viajaba a una conferencia sobre eutanasia en EEUU.
Siete años después, Nitschke lanzó su kit de prueba de barbitúricos, contiene sustancias químicas que cambian de color cuando se mezclan con barbitúricos y que permite los usuarios asegurarse de que la dosis que planea usar es lo suficientemente fuerte como para matar.
Nitschke explicó que con su kit de barbitúricos quería evitar el riesgo de que las inyecciones autoadministradas no fueran letales, lo que podría mantener vivo al usuario pero causar una serie de riesgos potenciales para la salud.
Una década más tarde, el médico australiano tuvo más problemas cuando comenzó a vender un “kit de suicidio”-camuflado como equipos para elaborar cerveza casera- que contenía un regulador de nitrógeno, un manómetro y una manguera.
El kit, que se vendía por internet, permitía efectivamente hacer cerveza ya que incluía “suministros especiales para elaboración de cerveza casera que contienen nitrógeno para lograr esa espuma extra cremosa”.
Pero el equipo también contenía un manual de uso en el que el Dr. Nitschke explicaba cómo también podría usarse para suicidarse.
Más recientemente, en 2021, el “Doctor Muerte” dijo que está trabajando en una nueva tecnología de suicidio asistido, que incluirá implantes pequeños pero letales que las personas podrían optar por insertar en sus cuerpos en caso de desarrollar demencia.
Según explicó, los usuarios tendrían que presionar el botón “regularmente”, quizás una vez al día, para evitar que se administrara una dosis letal de veneno. Si las personas están desarrollando demencia, olvidarán presionar el botón y el implante les administraría veneno, poniendo fin a su vida.
“Cuando fabriquemos este dispositivo, tendré que probarlo yo mismo”, dijo Nitschke, que anticipó que todavía no sabe qué sustancia química utilizaría su dispositivo.
Finalmente, el Dr. Nitschke patentó la cápsula suicida “Sarco” (abreviatura de sarcófago), de apariencia futurista, que es operada desde el interior por el usuario que quiere poner fin a su vida y funciona reduciendo fatalmente los niveles de oxígeno interno.
Con solo tocar un botón, la cápsula se llena de nitrógeno para privar de oxígeno al ocupante, dejándolo inconsciente antes de morir “en cuestión de segundos”.
“Las personas se suben a la máquina. Se les hacen tres preguntas y ellas responderán verbalmente: ‘¿Quién eres?’, ‘¿Dónde estás?’ y ‘¿Sabes qué pasa si presionas el botón?’”, detalló el médico. Si responden esas preguntas verbalmente, el software enciende el dispositivo para que se pueda presionar el botón. Si presionan el botón morirán muy rápidamente”.
Y agregó: “Cuando subes a Sarco el nivel de oxígeno es del 21 por ciento, pero después de presionar el botón, el oxígeno tarda 30 segundos en bajar a menos del uno por ciento”.
Los defensores de Sarco dicen que ofrece una opción que no depende de medicamentos ni médicos y que amplía el acceso a la eutanasia ya que se puede imprimir en 3D y ensamblar en casa.
El dispositivo fue utilizado por primera vez esta semana por una mujer estadounidense anónima, de 64 años y madre de dos hijos, que había sufrido una “enfermedad muy grave que implica un dolor intenso”.
“Fue exactamente como esperábamos que fuera. Supongo que perdió el conocimiento en dos minutos y que murió a los cinco”, dijo Nitschke a los medios holandeses.
El caso causó un escándalo en Suiza, donde el suicidio asistido es legal desde 1942. La ley suiza permite el suicidio asistido siempre que la persona se quite la vida sin “ayuda externa” y quienes ayuden a la persona a morir no lo hagan por “ningún motivo egoísta”.
La policía detuvo a varias personas y los fiscales abrieron un investigación por sospecha de incitación y complicidad en el suicidio.
Dos meses antes, Peter Sticher, fiscal estatal de Schaffhausen, había advertido a Exit International que podría enfrentar procesos penales si la cápsula se utilizaba en el país, y que cualquier condena podría acarrear hasta cinco años de prisión.
La ministra del Interior suiza dijo al Parlamento que la “cápsula de suicidio Sarco no cumple con la ley” y no responde a “los requisitos en materia de seguridad de los productos”. Además, el uso de nitrógeno “no es compatible” con la ley de productos químicos, explicó la ministra.
Fiona Stewart, abogada y miembro del consejo asesor de The Last Resort, declaró que la asociación “siempre actuó basándose en el asesoramiento legal de sus abogados”. “Desde 2021, estos siempre consideraron que el uso del Sarco en Suiza era legal”, indicó.
Florian Willet, copresidente de The Last Resort, “fue la única persona presente en el momento de la muerte” y describió el fallecimiento de la mujer como “pacífico, rápido y digno”.
En un comunicado, Nitschke dijo que estaba “complacido de que el Sarco hubiera funcionado exactamente como había sido diseñado… para proporcionar una muerte electiva, sin drogas y pacífica en el momento elegido por la persona”.
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