Lula de Silva rompe con un chavismo de formas cada vez más dictatoriales


Las cosas ya venían difíciles entre Caracas y Brasilia, pero el veto de Lula da Silva al ingreso de Venezuela como miembro asociado de los Brics fue la gota que rebasó el vaso: el romance entre el líder brasileño y el chavismo, que comenzó desde los primeros años del régimen instaurado por Hugo Chávez, parece haber entrado en un ocaso definitivo.
Durante años, Lula y sus intachables credenciales democráticas fueron un importante aval para Chávez, y especialmente para Nicolás Maduro, ante las cada vez más intensas denuncias de arbitrariedades, violaciones a los derechos humanos y fraude electoral que caían sobre el chavismo. A medida que arreciaban las acusaciones contra Caracas, especialmente tras la violenta represión de las protestas de 2014, 2017 y 2019, con su tendal de muertos y millones de emigrados, y las denuncias de manipulación en la primera reelección de Maduro, en 2018, el presidente brasileño insistía en la necesidad de mantener un diálogo con el chavismo y no aislarlo, un riesgo que hoy parece cada vez mayor. Lula nunca reconoció a Juan Guaidó como “presidente interino” y siempre se resistió a condenar al régimen al ostracismo. 
Las relaciones bilaterales se interrumpieron con la llegada al Palacio del Planalto de Jair Bolsonaro, que no dudaba en llamar dictador a Maduro. Al volver al poder en 2023, Lula celebró una “nueva época” en los vínculos y el presidente venezolano incluso visitó Brasilia entre bombos y platillos.
Pero todo comenzó a cambiar con las elecciones del 28 de julio de este año. Los primeros cruces se produjeron cuando el gobierno de Maduro expulsó a varias delegaciones de observadores extranjeros, entre ellos los de la Unión Europea. Cuando desde Brasilia se criticó esa decisión, la respuesta del régimen fue contundente, con palazos que también llegaron a Colombia. “El sistema electoral venezolano es el mejor del mundo, disparó Maduro, aquí tenemos verificación en tiempo real del 54% de las urnas. ¿En qué otra parte del mundo hacen eso? ¿En Estados Unidos? Es inauditable el sistema electoral. ¿En Brasil? No auditan ni un acta. ¿En Colombia? No auditan ni un acta”. Ante eso, tanto Colombia como Brasil decidieron no enviar sus observadores. Finalmente, el bochornoso episodio del escrutinio del 28 de julio confirmó que el sistema electoral venezolano no es precisamente “el mejor del mundo”. Después de algunas dudas, Lula lo dejó claro: si no aparecían las actas, no reconocería la reelección de Maduro proclamada por “su” Consejo Nacional Electoral. Naturalmente, las actas nunca aparecieron, ni aparecerán. 
Explícito. Desde entonces, el enfrentamiento era a medias palabras, con Lula diciendo que el régimen de Caracas era “desagradable” y el fiscal general Tarek William Saab, un halcón chavista, acusando al mandatario brasileño nada menos que de ser “agente de la CIA” (aunque luego aseguró que fue “sacado de contexto”). 
Ahora, el veto de Brasil a la entrada de Venezuela a los Brics dejó las cosas blanco sobre negro. Caracas denunció una “agresión” mientras Brasilia habló de “ruptura de confianza” tras la cuestionada reelección de Nicolás Maduro, que no reconoce, pero tampoco condena. Y el futuro bilateral es “sombrío”, coinciden analistas.
Venezuela evitó pronunciarse públicamente sobre los llamados de Luiz Inácio Lula da Silva a una mayor transparencia en el escrutinio de la elección del 28 de julio, que la oposición tachó de fraudulenta al reivindicar una victoria; pero estalló tras la traba a sus aspiraciones a entrar al bloque. 
El veto es “una agresión”, “un gesto hostil”, es “inexplicable e inmoral”, denunció un comunicado que no se dirige expresamente al mandatario brasileño, sino solo a su cancillería.
Venezuela insistía con que contaba con el “respaldo y apoyo de los países participantes en esta cumbre para la formalización de su ingreso” a los Brics. Brasil fue el obstáculo, como lo confirmó el jueves el presidente ruso, Vladimir Putin, que dijo esperar que la situación entre Caracas y Brasilia “se resuelva”. 
“Nuestras posiciones no coinciden con las de Brasil en la cuestión de Venezuela. Lo digo abiertamente”, reconoció el jefe del Kremlin, quien respaldó la victoria de su par venezolano. “Venezuela lucha por su independencia, por su soberanía. Consideramos que el presidente Maduro ganó las elecciones y las ganó honestamente y le deseamos éxito”, sostuvo. 
Agobiada por una interminable crisis económica, Venezuela buscaba desde hace meses ser miembro activo de los Brics. Maduro viajó a Kazán para reunirse con los socios del bloque también en búsqueda de inversiones para su país. 
“Ruptura de confianza”. El veto respondió a una “ruptura de confianza”, dijo el excanciller y hoy asesor de Lula, Celso Amorim, en una entrevista al diario brasileño O Globo. 
Amorim indicó que Maduro prometió a Lula difundir el escrutinio detallado de la elección del 28 de julio. Fue al propio Amorim, que viajó hasta el Palacio de Miraflores, a quien el presidente venezolano prometió que mostraría las actas electorales un día después de que se celebraran aquellas elecciones. A la fecha, la autoridad electoral no lo ha publicado, como manda la ley. Sí lo ha hecho la oposición, que publicó actas, cuya validez confirmaron organismos internacionales, que confirmaron una amplia victoria de su candidato, Emundo González Urrutia. “El abuso de confianza fue algo grave, nos dijeron una cosa y no se hizo. Venezuela rompió la confianza”, reafirmó Amorim.
“El futuro de la relación es bastante sombrío”, dice el experto en derecho internacional y diplomacia Mariano de Alba. “Es evidente que la relación va a seguir existiendo aunque de forma muy limitada, porque no hay interés de ruptura total o aislamiento”.
“Hay un distanciamiento, el gobierno venezolano ha acusado incluso al presidente Lula de repetir conductas que había hecho el expresidente Bolsonaro”, destacó por su parte el internacionalista Luis Daniel Álvarez, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
La relación ya había recibido otro golpe en septiembre, cuando Caracas revocó la autorización otorgada a Brasil para representar a Argentina en el país y, en particular, para gestionar la residencia de su embajada, donde se refugian seis colaboradores de la líder opositora María Corina Machado desde marzo, esperando un salvoconducto para salir del país.
De Alba pronosticó “una relación entre dos vecinos con amplias diferencias que se entienden únicamente para lo mínimo e indispensable”.  
“Así será hasta que el gobierno venezolano esté dispuesto a hacer algunas concesiones importantes como otorgar el salvoconducto a los asilados en la embajada de Argentina”, añadió.
Precisamente sobre ese tema, el gobierno brasileño le hizo saber a la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, que espera que Caracas otorgue ese salvoconducto. Fue en una reunión en Kazán, en la que el canciller de Brasilia, Mauro Vieira, expresó la “preocupación” de Brasil por la situación de los numerosos opositores al gobierno de Nicolás Maduro que han acabado en prisión en el marco de las protestas que estallaron en el país tras las elecciones del 28 de julio.


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