Ante la inminente derrota, Patricia Bullrich cede la presidencia del PRO a Mauricio Macri, respaldado por la mayoría de los presidentes provinciales. Esto refleja un cambio de poder dentro del partido, con Macri consolidando su liderazgo. Bullrich, reconocida por su relación con Milei, intenta mantener su influencia desde el Gobierno. Sin embargo, Macri busca controlar el partido sin ceder terreno, como sugiere Bullrich. Horacio Rodríguez Larreta, aunque comprometido con el PRO, podría verse afectado por esta nueva dinámica interna.
El apoyo de los gobernadores y el regreso de Macri a la escena política agitan el panorama. En este contexto, las tensiones entre distintos sectores del partido se intensifican. El posible retiro de Larreta del PRO si Macri asume el liderazgo refleja las divisiones internas. Además, la fusión propuesta con La Libertad Avanza genera incertidumbre y podría fracturar el bloque legislativo del PRO.
En medio de estos conflictos, la figura de Bullrich emerge como un jugador clave, con su relación cercana a Milei como su principal activo. Sin embargo, su renuncia al liderazgo del partido señala un cambio de rumbo en la estrategia del PRO. La incertidumbre sobre el futuro del partido y las negociaciones en curso marcan un período crucial para su evolución y su posición en el espectro político argentino.