A lo largo de los años, se han acumulado deficiencias en la infraestructura y la señalización, con un sistema de señalización obsoleto y dependiente de tecnologías extranjeras, lo que complica la obtención de repuestos. Duarte señala que este enfoque ha llevado a un sistema “emparchado” que está destinado al fracaso, exacerbando los riesgos para los usuarios del servicio.
La responsabilidad del gobierno actual es significativa, según Duarte, dado que no se han corregido errores pasados ni se ha trabajado hacia una reforma significativa del sistema ferroviario. Este último accidente parece ser un reflejo de una serie de fallos administrativos y de supervisión que han continuado a lo largo de varias gestiones.
El entrevistado enfatiza que sin un cambio radical en la política y la gestión del transporte ferroviario, los problemas persistirán, poniendo en riesgo no solo la eficiencia del servicio sino también la seguridad de los pasajeros. La falta de inversión y atención adecuada a las necesidades del sistema ferroviario es una bomba de tiempo que ha estallado una vez más con este último incidente.
En resumen, la necesidad de una política integral que aborde todas las facetas del sistema ferroviario es más urgente que nunca. Las futuras gestiones deben aprender de estos errores y comprometerse con un sistema seguro, eficiente y sostenible para evitar futuros desastres.
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